miércoles, 23 de octubre de 2013

LA SINGER Y LOS MELOCOTONES

Que ruidosa era aquella maquina Singer, color negro brillante con unas flores rococo coloridas que adornaban su mango principal. Que tiempos aquellos en que sonaba como si viniese de lejos un tren con su traca traca traca tatatatata traca ta ta traca.

Mis recuerdos de niñez me hacen recordar las tardes bucolicas de un paisaje poco agreste, mas bien arido, tambien las ventanas de aquella habitacion de las costuras que daban a las montañas, en que mi abuela y yo pasabamos encerradas como si de las mazmorras se tratase, porque mas bien me parecia un castigo estar escuchando aquella maquina, dandole al paño puntadas como zancadas marcandolo para siempre con ese hilo que venia de una bobina de un espacio pequeño como boveda, en donde la bobina con hilo se ensartaba a una ranura de calze perfecto,  que tiraba el hilo por abajo para aunarlo con el de la puntada de la aguja principal, que cosia por arriba como si de un ying y yang se tratase, confeccionando asi la obra de arte que era coser.

La maquina era intocable, tanto asi que mas de alguna vez me vi tentada a darle una vuelta a la manilla, pero era tan dura que ni a dar la puntada llegaba y mas bien como si de una brujula fuera de si moviendose de forma errada, la aguja principal iba y venia, quedando el hilo enredado y cortandose  automaticamente, como si de un comando en forma de orden en estilo "failure" a quien no tuviese la practica perfecta de operar aquel preciado aparato.

A veces pienso que lo mas tentador de aquella habitacion, no era precisamente aprender a usar la maquina, sino mas bien deleitarme con alguna esquisitez de aquel aparador mueble estilo luis XV marron rojizo, que atesoraba galletas, chocolates, latas finas de atun, latas de frutas en conserva que tardaban años en caducar, una infinidad increible de alimentos no perecibles venidos de los lugares mas inimaginables, en idiomas que yo ni conocia, como si de un pequeño mercadillo negro de una variedad maravillosa de comibles y bebestibles a mi entera eleccion, pero que sólo estaban disponibles en casos especiales de visitantes importantes o fiestas nuestras de pascuas de celebracion, que al fin y al cabo nunca tocabamos y quedaban alli a mi entera imaginacion, pensando que sabor tendrian aquellos ricos chocolates made in suisse o los melocotones en almibar redonditos de color amarillo anaranajado intenso ¡que ganas me daba de pasar la lengua por la etiqueta del dibujo de solo imaginarlos ricos y jugosos !.

La maquina y los melocotones son el recuerdo fehaciente que tengo de aquellos años en que me preguntaba para que perder tanto tiempo en coser si ya hay prendas hechas a medida y para que guardar tantos alimentos si al final no podiamos disfrutarlos,  y me pregunte a diario imaginando que un dia por sorpresa sacariamos todo ese arsenal de finas delicatessen y nos lo comeriamos hasta empacharnos...Pero ese dia nunca llegó.